`Aqîda: dos tratados sobre la creencia islámica.

cuadro maestro maliki

La escuela ash’ari debe su nombre al imam Abu al-Hasan al-Ash'ari, sabio que vivió en Irak al fin del tercer siglo de la héjira. Es considerado “salaf salih” (que hace parte de las 3 primeras generaciones). Al comienzo, el imam al-Ash'ari hacía parte de la secta racionalista de los mu’tazili, luego de que, a los 40 años (después de un debate con su maestro mu’tazili que fue incapaz de responder a sus preguntas), les dejó para adoptar la escuela de los muthbita (los que afirman [los atributos divinos]). Los muthbita eran un grupo cuya creencia había sido transmitida de manera ininterrumpida desde los compañeros del Profeta (que la Paz y las Bendiciones sean con él). Pues no se trata de una nueva creencia o de un nuevo grupo.

El imam al-Ash’ari, fuerte de su excelente conocimiento de las doctrinas mu’tazili que había estudiado durante décadas, se volvió compañero de la defensa del Islam sunni contra las innovaciones de los mu’tazili y de otros grupos desviantes, y esta creencia fue afiliada a su nombre. Pero en realidad no hizo más que transmitir las creencias de sus predecesores. Ante la amenaza de las innovaciones de los grupos desviados que estaban por difundirse en la Umma, desarrolló un sistema de explicación de la creencia musulmana, con el objetivo de facilitar la defensa contra los innovadores y su aprendizaje por los musulmanes en general.

La escuela ash’ari es, desde hace 1000 años, la de la mayoría de la Umma. Es la ‘aqida de la totalidad de los maliki, de la casi-totalidad de los shafi’i, de un tercio de los hanafi y de una parte de los hanbali. Los dos tercios restantes de los hanafi son maturidi, cuyo nombre les viene del imam Abu Mansur al-Maturidi. Se trata de un contemporáneo de al-Ash’ari que tuvo, en Asia central, un papel semejante al de al-Ash’ari en Irak. No hay diferencias reales entre las dos escuelas, y de hecho los maturidi fueron muchas veces llamados ash’ari durante la historia. Sus fundamentos son idénticos, las diferencias están esencialmente basadas en la manera de argumentar, en la terminología empleada y otros elementos de éste orden. También hay diferencias mínimas que consisten en la preferencia de un aviso sobre otro, sobre cosas que son del orden del posible, no del obligatorio o del imposible. En cuanto a los hanbali, la mayoría de ellos guardaron una creencia muy simple pero correcta (los que llamamos los hanbali moderados, los mufawwidun).

Sin embargo anotemos que la gran mayoría de los sabios de los 4 madhahib de fiqh siempre fueron de ‘aqida sunni, aunque haya existido algunos desviados minoritarios que siguieron uno de los madhahib en el fiqh, sean los shuyukh que cayeron en el tashbih o los mu’tazili que se pusieron a seguir uno de los 4 madhahib. Todos los hanafi, maliki, shafi’i y hanbali no fueron muthbita. Algunos mu’tazili adoptaron la escuela hanafi en el fiqh (y también habían algunos mujassima que eran hanafi en el Fiqh).

El madhhab maliki fue lo más preservado de la presencia de desviados en su seno, pero en lo de los shafi’i encontrábamos también mujassima y mu’tazila que seguían ésa escuela. En cuanto al madhhab hanbali, fue lo más afectado, a tal punto que en un momento de la historia (en la época del imam al-Ghazali), los mujassima (dichos hanbali extremistas) estaban por volverse mayoritarios en el madhhab. Fueron refutados en el siglo 6 de la Héjira por el gran sabio hanbali Ibn al-Jawzi (que no hay que confundir con ibn qayyim al-jawziyya) que se dirigió hacia sus homólogos en estos términos: “Si hubieran dicho: ˝No hacemos más que leer estos hadîth y nos quedamos callados˝, nadie no os hubiera condenado. Lo que es vergonzoso, es que les interpretéis de manera literal. No introduzcáis subrepticiamente en el madhhab de éste hombre recto entre los primeros musulmanes [Ahmad ibn Hanbal] lo que no hace parte de éste. Habéis vestido éste madhhab de una desgracia vergonzosa, y ahora ya casi no se puede decir hanbali sin decir antropomorfista.”

 En los otros madhahib los grupos desviantes, sean mu’tazili o mujassimi, no cobraron nunca, en cualquier momento de la historia, tanta importancia como la de los mujassimi en el madhhab hanbali. Pero después de haber sido refutados por este pilar de la escuela hanbali, la tendencia mujassimi perdió de su importancia y se volvió nuevamente minoritaria en el madhhab hanbali (aunque haya resurgido después).

A continuación, transcribimos el mejor resumen que se ha escrito sobre la `Aqîda ash´ari, hecho por Alí Laraki.


Un Texto darqawa

`Aqîda 

Dos tratados sobre la creencia islámica.

 Ali Laraki 


INTRODUCCIÓN

 En el presente volumen ofrecemos al lector dos tratados que versan sobre los artículos de fe del Islam. El primero está prácticamente basado en su integridad en el credo contenido en el famosísimo Murshid al-Mu'în de Ibn 'Âshir. Hemos optado por reformularlo en un lenguaje más actual debido a lo árido y poco lucido que hubiese sido el traducir dicho tipo de poesía didáctica y añadirle luego un comentario. Igualmente, junto a unas ligeras aportaciones personales, hemos suavizado el texto no citando en su totalidad el aparato lógico (kalâm) encargado de fundamentar racionalmente los atributos divinos y de los Mensajeros. El segundo tratado, es una traducción del credo de la también sobradamente famosa Risâla de al-Qairawânî, comentándola en base a sus más reconocidos comentarios. Ambos textos fueron, en principio, redactados para niños y principiantes, lo cual no resta en absoluto valor a los mismos.

Ambos tratados, son fruto de la escuela ash'ari en lo que a 'aqîda (creencia) se refiere. Esta escuela fue fundada por Abû-l-Hasan al-Ash'arî (m. 324 H. - 936 C.) en Bagdad. Al principio de su carrera intelectual, al-Ash'arî profesaba el mu'tazilismo (escuela que otorgaba en materia de creencia más peso a la razón que a la tradición). Posteriormente, tras un largo período de aislamiento y reflexión profunda, se dio cuenta que la razón tenía que estar al servicio de la Revelación y la Tradición, alzándose en defensor de la 'aqîda sunnita en contra de los excesos racionales de los mu'tazilitas y otras sectas islámicas. Su éxito fue total, lo cual le llevó al triunfo absoluto sobre las sectas desviadas y a erguirse en el Imam indiscutible del sunnismo en materia de creencia. Desde entonces ash'arismo ha sido y es sinónimo de corrección (u ortodoxia) en lo que a creencia sunnita se refiere. Aun siendo fruto de la misma escuela de pensamiento, se pueden apreciar algunas diferencias entre los dos tratados que presentamos. El primero, perteneciente al período post-gazzaliano, hace uso probatorio del kalâm o aparato lógico-racional en su exposición de los atributos divinos y de los Mensajeros. En otras palabras, se trata de una 'aqîda dotada del "armamento" lógico-racional (kalâm) necesario para protegerla de las desviaciones sectarias fruto del uso incorrecto de la razón. La segunda, la de la Risâla (más antigua y por lo tanto pre-gazzaliana), es una exposición carente de todo aparato lógico-racional (kalâm) y basada sobre todo en citas coránicas, al estilo de los Salaf (las tres primeras generaciones de musulmanes).

Ambos modos de exponer la creencia islámica son igualmente válidos, siendo el primer modo intelectualmente más completo (a'lam), por los recursos intelectuales que le asisten; y el segundo modo, más seguro (aslam), por abstenerse de todo tipo de especulación racional. Ambos textos, el primero: Murshid al-Mu'în de Ibn 'Âshir, en el que nos basamos, y el segundo: la Risâla de Ibn Abî Zaid al-Qairawânî, que traducimos, son de total fiabilidad y están avalados por una tradición de siglos de aprendizaje y enseñanza en al-Andalus, el Norte de Africa y Africa Subsahariana. Asimismo, lo son los comentarios que nos han servido de apoyo para su redacción, traducción y explicación. Por último, deseo añadir que este humilde trabajo está dirigido a todos los musulmanes - y en especial los de habla hispana - para que puedan encontrar en él una formulación correcta de las bases de su Din y una 'aqîda que les proporcione la felicidad en esta vida y en la próxima.

También va dirigida al lector no musulmán, para que así pueda conocer de fuentes fidedignas la verdadera creencia musulmana, pudiéndose así liberar de la terrible contaminación demagógica, ideológica y propagandística que cubre en nuestros días con un tupido velo todo lo relacionado con el Islam, el último de los mensajes divinos.

Alí Laraki


PRIMER TRATADO 

 En el nombre de Allâh, el Compasivo y Misericordioso.

Que Allâh bendiga a nuestro señor Muhammad y a su Familia y Compañeros y les de paz.

La primera obligación que recae sobre la persona adulta que se encuentra en sus plenas facultades mentales es la de conocer a Allâh, su Señor, y Sus Mensajeros. Y ello ya que el sentido de la existencia del ser humano es el de adorar a su creador: “Y no he creado a los genios y a los hombres sino para que Me adoren” (Corán, sûra de Las que levantan un torbellino “adh-Dhariyât”, 56).

De ahí que el ser humano esté obligado a conocer a quién adora, ante quién se postra, cual es la finalidad última de su vida, el secreto de la existencia y, por lo tanto a quién es a quien hay que obedecer. Asimismo, la adoración con conocimiento es superior a la del desconocimiento según el dicho del Profeta, la paz sea con él. Por lo que el conocimiento del adorado es necesario. De Allâh hay que conocer trece atributos necesarios y la negación de sus opuestos. Estos trece atributos son los siguientes: 

1. la Existencia (al-Wudjûd)
2. el No-Comienzo (al-Qidam)
3. la Infinitud (al-Baqa')
4. la Unicidad (al-Wahadâniyya)
5. la Independencia (al-Ginà)
6. la Diferencia con lo Creado (Mujâlafatu-l-Hawâdith)
7. la Vida (al-Hayâ)
8. el Poder (al-Quwwa)
9. el Conocimiento (al-'Ilm)
10. la Voluntad (al-Irâda)
 11. el Oído (as-Sam')
12. la Vista (al-Basar)
13. la Palabra (al-Kalâm)

Estos atributos, son de creencia obligatoria en lo que Allâh se refiere. En cuanto a la negación de los opuestos, estriba en negar los atributos opuestos a los anteriormente enumerados en lo que a Allâh se refiere, los cuales son los siguiente:

1. la Inexistencia (al-'Adam)
2. el Comienzo (al-Hudûth)
3. la Finitud (al-Fanâ')
4. la Pluralidad (Nafyu-l-Wahda)
5. la Dependencia (al-Iftiqâr)
6. la Similitud a lo Creado (Mumâthalatu-l-Hawâdith)
7. la Compulsión (al-Karâha)
8. la Incapacidad (al-'Adjz)
9. la Ignorancia (al-Djahl)
10. la Muerte (al-Mamât)
11. la Sordera (as-Samam)
12. la Ceguera (al-'Amà)
13. la Mudez (al-Bakam).

Estos atributos que acabamos de enumerar, es necesario creer que son imposibles en lo que a Allâh se refiere. A continuación procederemos a examinar con más detalle cada uno de los atributos obligatorios e imposibles en lo que a Allâh se refiere.

En cuanto a la Existencia, es necesario creer que Allâh existe y que su inexistencia es imposible. Racionalmente, es claro que el mundo, la existencia o la creación, como quiera que se le quiera denominar, no podría nunca haber llegado a ser sin la intervención de un agente externo a ésta que hubiese establecido su comienzo. Pues las cosas existentes, sean de la naturaleza que sean no encierran en su seno —a causa de su propia contingencia y de su sometimiento a las vicisitudes espacio-temporales— la capacidad de ser o no ser. Todo lo existente puede ser o no ser. Qué es pues lo que las ha llevado a ser y no a no ser, sino Allâh, exaltado sea. Por lo tanto, todo ser creado no es más que un signo (âya) que indica hacia Aquél que lo ha creado, que lo ha llevado de la nada al ser. Por lo tanto, Allâh existe necesariamente y la Existencia es uno de sus atributos, siendo su Inexistencia impensable ya que tanto la Revelación, la Creación como el intelecto humano prestan testimonio de la Existencia Obligatoria del Ser Supremo.

La prueba textual que fundamenta dicha creencia es el dicho de Allâh en el Corán “¿Acaso puede haber duda acerca de Allâh, el Creador de los cielos y de la tierra...?” (Corán, sûra de Ibrâhîm, 10).

En cuanto al No-Comienzo, es impensable que Allâh haya tenido un comienzo, ya que si así fuese cabría preguntarse quién fue, pues, el que a su vez le creó, lo cual hace caer en un círculo vicioso e ilógico. Por lo tanto es, obligatorio creer que Allâh nunca tuvo comienzo. Su prueba textual es el dicho de Allâh: “Él es el Primero y el Último” (Corán, sura del Hierro, 3).

En cuanto a la infinitud, del mismo modo, hay que creer que Allâh es Infinito, o sea que nunca tendrá fin, ya que lo que nunca tuvo comienzo no puede tener fin. Asimismo, es obvio que al ser su existencia necesaria, no puede afectarle la caducidad, finitud o aniquilación. La prueba textual de ello radica en la misma aleya coránica anterior: “Él es el Primero y el Último” (Corán, sura del Hierro, 3).

En cuanto a su Unicidad es necesario creer que Allâh es Uno en su Esencia, Atributos y Actos La prueba de su Unicidad consiste en que si hubiese más de un dios, sus voluntades colisionarían anulándose la una a la otra. Y ante la voluntad de Allâh nada ni nadie se puede alzar en contra. Por lo tanto, es necesario creer que Allâh es Uno en su Esencia, Atributos y Actos. La prueba textual se halla en la aleya coránica: “Di Él es Allâh, Uno” (Corán, sura de la Adoración Pura, “Ijlâs”, 1).

En cuanto a su independencia de las cosas, se refiere a que Allâh no necesita de ningún ser para existir ni de ninguna esencia en la que existir. Ello quedó ya claro cuando establecimos que todas las cosas creadas necesitan de alguien que les lleve a la existencia, mas Allâh no, ya que Él, exaltado sea, nunca ha dejado ni dejará de ser. Su ser es independiente de todas las cosas, pero todas las cosas dependen de Él. Asimismo, no precisa de esencia en la que existir ya que, a diferencia de los cristianos, los musulmanes no creemos que la Divinidad sea un atributo que se establece en una esencia. Pues los cristianos, al creer que la Divinidad es un atributo, llegan a afirmar que Jesús, la paz sea con él, es “divino”. Para nosotros los musulmanes, nada puede ser divino más que la propia Divinidad. La Divinidad no es un atributo que se atribuye a ciertos seres creados, sino una esencia totalmente independiente del resto de la creación. Por lo tanto Allâh es totalmente independiente. La prueba textual de ello radica en la aleya coránica: “Allâh es el Rico”(Corán, sura de Muhammad, 38).

En cuanto a su diferencia con respecto a los seres creados, Allâh, glorificado sea, es totalmente distinto y diferente a los seres creados. Si Allâh tuviese algún tipo de semejanza con los seres contingentes, sería contingente como ellos, lo cual, como ya hemos establecido, es totalmente imposible. De ahí que nada de lo que podamos imaginar o concebir se parece de modo alguno a Allâh, exaltado sea.

En cuanto a las aleyas coránicas que aparentemente sugieren algún tipo de antropomorfismo, como las que hablan de la faz de Allâh, la mano de Allâh, etc., estamos obligados a:

1. Aceptarlas tal y como son sin preguntarnos nada acerca de su significado. Y esta era la postura de los primeros musulmanes.

2. Interpretarlas a la luz de las aleyas anteriores en las que se establece la no-semejanza de Allâh con respecto al resto de las criaturas, buscando una interpretación que exima a Allâh, exaltado sea, de ningún tipo de semejanza con las criaturas. Y esta es la postura de las generaciones posteriores de ulemas. Ambas posturas son totalmente aceptables. Lo que no debemos nunca es tomar el significado literal y por lo tanto atribuirle a Allâh miembros, ya que así caeríamos en el antropomorfismo. O sea, dotar a Allâh de atributos humanos. La prueba textual está establecida en las aleyas coránicas: “Y no hay nadie que se Le parezca” (Corán, sûra de la Adoración Pura, “Ijlâs”, 4), y “No hay nada como Él” (Corán, sûra de la Consulta, “ash-Shûra”, 11).

En cuanto al establecimiento de los cuatro atributos siguientes: la Vida, el Poder, el Conocimiento y la Voluntad, y la negación de sus opuestos es claro ya que si Allâh no poseyese dichos atributos el mundo no podría nunca haber existido. En efecto, cómo podría, pues, Allâh haber creado el mundo sin el Poder, el Conocimiento, la Voluntad y la Vida necesarias para diseñar y crear la increíble maravilla que es el Cosmos y la Creación. No hay más que observar y reflexionar sobre los signos que vemos dentro y fuera de nosotros mismos para darse uno cuenta del Poder, Voluntad, Conocimiento y Vida infinitos del Creador, exaltado sea.

Las aleyas que lo prueban son: “Allâh, no hay dios sino El, el Viviente, el Sustentador” (Corán, sûra de la Familia de 'Imrân, 2); “Allâh es Poderoso sobre todas las cosas” (Corán, sûra de la Vaca, 148); “Allâh es conocedor de todas las cosas” (Corán, sûra de la Mesa Servida, 97); “Él que hace lo que quiere” (Corán, sûra de las Constelaciones, “al-Burûdj”, 16).

Con respecto a los tres últimos atributos, el Oído, la Vista y la Palabra, están establecidos por el Corán, la Sunna y el Consenso de la Comunidad de Musulmanes, pues son atributos de perfección, y constituiría un defecto el hecho de que Allâh estuviese desprovisto de ellos. Entre aleyas que respaldan dichos atributos figuran las siguientes: “Allâh es Quien oye y Quien ve” (Corán, sûra de la Peregrinación, 61); “Y a Mûsà le habló Allâh directamente” (Corán, sûra de las Mujeres, 164).

Por consiguiente, ha quedado establecido la obligatoriedad de atribuir a Allâh los trece atributos anteriormente mencionados y la imposibilidad de atribuir a Allâh los opuestos de dichos atributos.

A continuación, ha de quedar claro que Allâh es libre de hacer en Su Reino a voluntad: “Tu Señor crea lo que quiere y elige” (Corán, sûra del Relato, “al-Qisas”, 68). Sus actos son el resultado de Su Voluntad y Su Poder, los cuales no están constreñidos por límite alguno. El ha creado este mundo tal y como lo ha creado, pudiendo haber sido de otra manera; pero, por Su Voluntad, El ha querido que sea tal y como es.

Una vez establecido quién es Allâh, nos queda conocer qué quiere Allâh de nosotros. Todas las criaturas llevan insertadas en su ser, en sus instintos, en sus genes la ley que Allâh ha decidido que sea la que les rija. La piedra, cuando caiga y se precipite, lo hará según la ley de gravedad que Allâh ha diseñado para ella: hacia abajo. El león se atendrá en sus hábitos alimenticios a lo estipulado por Allâh qué debe ser su alimento: la carne. Y así sucesivamente. Todas las criaturas conocen, porque lo llevan insertado —instalado, por usar un símil informático— en sí mismas la ley que ha de regir sus existencias. Y no sólo este es el caso, sino que les es totalmente imposible desobedecer dicha ley. Allâh les ha diseñado para la obediencia total. Si observamos la Naturaleza y el Cosmos, veremos que todo en su creación y destrucción funciona como una grandiosa máquina de precisión absoluta.

Es el hombre la única criatura que no conoce la ley que Allâh ha diseñado para él y que, aun conociéndola, es capaz de transgredirla. Precisamente este primordial detalle, es el que constituye la grandeza y la bajeza del ser humano. Es su grandeza, ya que siendo libre de obedecer o no a su Creador, si decide obedecerle, se eleva por encima del resto de las criaturas —incluso los ángeles— ya que éstas no tienen capacidad de desobedecer a Allâh. “Y cuando dijimos a los ángeles: ¡Postraos ante Adam!” (Corán, sûra de la Vaca, 34). Del mismo modo, esto mismo constituye su propia bajeza ya que, si no obedece la ley que Allâh ha diseñado para él, cae incluso más bajo que los animales los cuales nunca se apartan de lo que Allâh ha establecido para ellos: “Son como animales de rebaño o peor aún en su extravío” (Corán, sûra al-A'râf, 179).

Por eso, el ser humano, el cual no lleva en su propio instinto insertada la ley que la Divinidad ha elegido para él, una vez que conoce a la Divinidad, a Allâh, ha de buscar agradarle cumpliendo lo que Allâh exige de él que haga.

¿Cómo, pues, saber qué es lo que agrada y desagrada a Allâh? Allâh, en su infinita misericordia, nos ha hecho llegar a través de Sus Mensajeros las buenas nuevas y la advertencia. Nos ha informado de los límites que no debemos de transgredir y nos ha concedido por medio de los Mensajeros un modelo de conducta de Su agrado. Por lo tanto, el ser humano recibe de Allâh a través de Sus Mensajeros el conocimiento necesario y las pautas suficientes para la realización de la finalidad para la que ha sido creado: adorar a Allâh. “Y no he creado a los genios y a los hombres sino para que Me adoren” (Corán, sûra de las que Levantan un Torbellino, “adh-Dhariyât”, 56).

A continuación, pues, estableceremos el segundo y fundamental aspecto de la creencia islámica: el conocimiento de los Mensajeros de Allâh.

 De los Nobles Mensajeros hay que conocer tres atributos necesarios y la negación de sus opuestos. Estos tres atributos son los siguientes:

1. la Veracidad (as-Sidq)
2. la Confianza (al-Amâna)
3. la Transmisión (at-Tablîg).

En cuanto a la negación de los opuestos, estriba en negar con respecto a los Mensajeros los atributos opuestos a los anteriormente enumerados, lo cuales son los siguientes:

1. la Mentira (al-Kadhib)
2. el Engaño (al-Jiyâna)
3. el Encubrimiento (al-Katmân).

A continuación procederemos a examinar con más detalle cada uno de los atributos obligatorios e imposibles en lo que a los Mensajeros de Allâh se refiere.

Con respecto a la Veracidad de sus dichos, su significado estriba en que todo lo proferido por los Mensajeros se adecua completamente a la realidad. Su prueba radica en los milagros que Allâh hizo aparecer de la mano de los Mensajeros como prueba ratificadora de la verdad de su discurso. Es impensable que Allâh apoye con milagros a alguien que no dijese la verdad. Por lo tanto, es necesario creer que todo lo que dicen los Mensajeros es verdad, siendo, pues, impensable que la mentira salga de sus bocas.

En cuanto a la Confianza, se define en este nuestro contexto como el hecho de que los Mensajeros nunca desobedecen el mandato divino, por lo que nunca incurren en prohibición alguna. En efecto, cómo podrían, pues, cometer algo prohibido (harâm) o desaconsejable (makrûh) los Mensajeros si Allâh nos ha ordenado que les imitemos es sus dichos y hechos. “Di: Obedeced a Allâh y al Mensajero” (Corán, sûra de la Familia de 'Imrân, 32). Por lo que podemos tener total confianza imitando el comportamiento de los Mensajeros sin esperar de ellos engaño alguno, pues todo lo que ellos hagan es del agrado de Allâh, por lo tanto nuestra imitación de ellos es, asimismo, de Su agrado. Dice Allâh: “Di: Si amáis a Allâh, seguidme, que Allâh os amará y perdonará vuestras faltas” (Corán, sûra de la Familia de 'Imrân, 31). Que Allâh, pues, les bendiga a todos ellos sin excepción.

En cuanto a la Transmisión, se trata de la cualidad de transmitir absolutamente todo lo que su Señor les ha ordenado que transmitiesen sin que se dé por parte de ellos encubrimiento alguno. Su prueba es en términos generales la misma que sustenta la cualidad anteriormente mencionada, o sea la de la Confianza. Ya que si la confianza es, según nuestra definición, la absoluta obediencia a Allâh en todos sus actos, el transmitir lo que les ha ordenado queda englobado en el conjunto de lo ordenado por Allâh y ejecutado sin merma alguna por Sus Mensajeros.

Asimismo, tenemos que añadir a estos tres atributos necesarios con respecto a los Mensajeros y a la negación de sus opuestos, el hecho de que los Mensajeros pueden estar afectados por los accidentes propios que afectan al resto de los seres humanos, como es el hambre, la enfermedad, el daño causado por otras personas, etc., siempre y cuando ello no suponga un defecto que afecte al alto rango del que gozan. Esto en sí encierra una virtud, la cual radica en el recuerdo continuo del poco valor que esta vida mundana posee, produciendo un ardiente deseo constante de encontrarse con Allâh en la próxima vida. Ya que Allâh, exaltado sea dijo: “La Ultima Vida será mejor para ti que la primera.” (Corán, sûra de la Claridad de la Mañana, “ad-Duhà”, 4).

Para cerrar nuestro discurso sobre la naturaleza de los Mensajeros, tenemos que añadir un último elemento y es el declarar que los musulmanes no hacen diferencia alguna entre los Mensajeros, según la aleya coránica que dice: “No aceptamos a unos Mensajeros y negamos a otros” (Corán, sûra de la Vaca, 285). La única diferencia radica en que mientras el resto de los Mensajeros anteriores fueron enviados cada uno a su pueblo, el Mensajero de Allâh Muhammad, la paz y las bendiciones de Allâh sean con él, fue enviado a toda la Humanidad; siendo, pues, su mensaje el último y definitivo, y el cual perdurará hasta el final de los tiempos.

En la doble frase que expresa el primer pilar del Islam, esto es el doble testimonio: “Ashhadu an lâ ilâha illa Allâh wa Ashhadu anna Muahammadan rasûlu-l-lâh” (testifico que no hay más dios que Allâh y testifico que Muhammad es el Mensajero de Allâh), queda comprendido y resumido todo lo anteriormente expuesto. De ahí que entre las cosas que otorgan grandeza a ese doble testimonio se encuentre la gran cantidad de significados que entraña en tan pocas palabras. Por eso este doble testimonio ash-shahâdatân constituye el símbolo del Islam de quien lo pronuncia. No aceptándose otra fórmula que no sea esa para quien desee entrar en el Islam.

Es por eso por lo que los sabios aconsejan que el creyente llene los instantes de su vida con el dhikr (mención y recuerdo) de esa frase. Pues el Profeta, la paz sea con él, dijo: “Lo mejor que hemos dicho tanto yo como los profetas que me precedieron es: lâ ilâha illa Allâh wahdahu lâ sharîka lah (no hay dios sino Allâh, Unico y sin asociado)”, transmitido por el Imâm Mâlik en su Muwatta.

Tras nuestra exposición de la creencia islámica, procederemos a la definición de los tres elementos que constituyen este nuestro Dîn (modo de vida).

EL ISLAM
(la Sumisión)

El Islam es la obediencia a Allâh de los siete miembros (la lengua, el oído, la vista, el estómago, las manos, los pies y los genitales). Cuando la obediencia es de todos los miembros, el Islam es completo. Sin embargo, si la obediencia es sólo de alguno de ellos, el Islam o es incompleto o inexistente, si es la lengua la que desobedece al negarse a pronunciar el doble testimonio.

Los Pilares del Islam, esto es: las bases obligatorias sobre las que se fundamenta, son cinco:

EL DOBLE TESTIMONIO (ASH-SHAHADATÂN): Estriba en pronunciar el doble testimonio anteriormente citado, su comprensión y aceptación. Este pilar es la condición indispensable para la validez de los cuatro pilares siguientes.

LA ORACION (AS-SALÂ): Consiste en la realización correcta de las cinco oraciones obligatorias.

LA PURIFICACIÓN DE LA RIQUEZA (AZ-ZAKÂ): El pago de un impuesto concreto según unos mínimos establecidos sobre la riqueza acumulada consistente en oro y la plata, el ganado y las cosechas. Y ello para su distribución entre ocho categorías de necesitados.

EL AYUNO (AS-SIYÂM): Es el ayuno del mes de Ramadán, en el que no se come, bebe, fuma o se mantiene relaciones sexuales desde el rayar del alba a la puesta del sol.

LA PEREGRINACIÓN (AL-HADJ): Consiste en peregrinar a la Casa de Allâh (la Caaba) en La Meca y a la llanura de 'Arafât una vez en la vida si se puede.


EL ÎMÂN
(la fe)

Radica en creer firmemente en lo siguiente:

ALLÂH: Creer en su existencia, eternidad, unicidad, etc. según lo expuesto al principio de este tratado, donde se especifica lo obligatorio, lo imposible y lo posible con respecto a Allâh, exaltado sea.

LOS LIBROS REVELADOS (AL-KUTUB): Creer que se trata de la Palabra de Allâh Eterna que Allâh hizo descender sobre algunos de Sus Mensajeros. Creer que todo lo que estos Libros contienen es verdadero.

LOS MENSAJEROS (AR-RUSUL): Creer en los Mensajeros según lo expuesto al principio donde se especifica lo obligatorio, imposible y posible con respecto a ellos. Sin hacer diferencias entre ellos y concediéndoles el alto respeto que se merecen. Que Allâh les conceda paz a todos ellos.

LOS ANGELES (AL-MALÂ'IKA): Creer que son siervos de Allâh que no Le desobedecen. Son los embajadores de Allâh entre Sus criaturas procediendo con ellas según El les ordene. Toda información que traen de Su Señor es absolutamente verídica .

LA RESURRECCION (AL-BA'TH): Creer en que la resurrección de los muertos es una realidad que acontecerá sin duda alguna. Saldremos de nuestras tumbas para ser juzgados por nuestras acciones.

EL DECRETO (AL-QADAR): Creer que lo que Allâh ha decretado que ocurra, desde antes de la creación, ocurrirá y que lo que ha decretado que no ocurra nunca tendrá lugar. Todo lo bueno y lo malo que sucede en la creación es por decreto divino.

EL SENDERO (AS-SIRÂT): Se trata de un puente tendido sobre el por el que tendrán que transitar los siervos. Habrá quien lo cruce raudo y veloz, otros más lentamente y otros no lograrán transitarlo precipitándose en el averno. Es obligatorio creer en la existencia y la realidad de dicho puente.

LA BALANZA (AL-MîZÂN): Creer en la realidad de la existencia de la Balanza, la cual constará de dos platillos y un fiel donde las acciones de los siervos serán pesadas. Hay que advertir que es falsa esa extendida creencia en la que si los actos de obediencia sobrepasan a los de desobediencia entonces entramos al Jardín; y si son los de desobediencia los que sobrepasan, entonces vamos al fuego. Aunque nuestros actos de obediencia sean como montañas y los de desobediencia no sean más que uno, siempre estamos sometidos a la Voluntad de Allâh. Ya que Allâh puede castigarnos por el acto de desobediencia y premiarnos por todos los de obediencia o perdonarnos el de desobediencia. Al hacerse el Recuento de las Acciones (hisâb), el siervo conoce cuáles de sus actos de obediencia han sido aceptados y cuáles de sus actos de desobediencia han sido perdonados y por cuáles será castigado. Luego, al ser dichas acciones pesadas en la Balanza, el siervo conocerá la cantidad de recompensa (thawâb) que le será concedida por sus actos de obediencia aceptados (ta'ât) y la cantidad de castigo ('iqâb) que sufrirá por sus actos de desobediencia que no han sido perdonados (mujâlafât).

EL ESTANQUE DEL PROFETA (HAWD AN-NABÎ): Se trata de un estanque que Allâh concede al Profeta, la paz sea con él, cuyo agua es más blanca que la leche y más dulce que la miel. Del Estanque del Profeta no beberán más que los miembros de su Comunidad. Quien de ese Estanque beba jamás volverá a sentir sed.

EL JARDIN (AL-DJANNA) y EL FUEGO (AN-NÂR): Creer que son reales y que están dispuestos para quien quiera Allâh su gloria o tormento. En el Jardín, todo placer perdura en intensidad como en el primer momento de sentirlo. Aquí en este mundo todo placer se debilita e incluso se torna en dolor a medida que transcurre. Ello demuestra que este mundo no está diseñado para cubrir nuestras ansias de placer, ya que los placeres realmente no satisfacen y cansan. En el Jardín del Edén, sin embargo, todo placer es disfrutado siempre como si fuera el primer instante. De ahí que se diga que el ser humano está diseñado para morar en el Jardín, ya que ahí es el único lugar donde todas nuestras aspiraciones de placer alcanzan el absoluto. Especialmente, en el más elevado e intenso de los placeres: la contemplación de la Faz de Allâh.

En cambio, en el Fuego del Infierno, al no existir muerte ni desvanecimiento que nos exima del dolor, éste dura continuamente sin que podamos acostumbrarnos a él. Todo dolor es como en el primer momento de su acontecer. ¡Que Allâh nos libre de entrar en el Fuego!

Asimismo, hemos de advertir que quien muera en la fe del Islam no permanecerá eternamente en el Fuego aunque tenga que entrar en él y permanecer un cierto tiempo. Los únicos que permanecerán eternamente en el Fuego son los que, tras llegarles el mensaje del Islam, lo hayan rechazado: “Y realmente los que de la Gente del Libro y los asociadores, se hayan negado a creer, estarán en el fuego de Djahannam eternamente. Esos son lo peor de la Creación.” (Corán, sûra de la Evidencia Clara, 6).

Aparentemente podría uno pensar que el Îmân o la calidad de mu'min (creyente) sólo la adquiere quien crea en lo anteriormente expuesto, siendo así que los alfaquíes tratan de creyente a todo aquel que crea en Allâh y los Mensajeros. La respuesta a ello radica en que la creencia en los Mensajeros implica tanto la creencia en ellos como su mensaje, y su mensaje contiene todos los artículos del Îmân que hemos expuesto y más.


EL IHSÂN 
(la corrección interior)

Su significado es ejecutar correctamente, en su sentido interno, los actos de adoración dotándolos de sinceridad (ijlâs), apocamiento (jushû'), total concentración (farâg al-bâl) y consciencia del adorado (murâqaba al-ma'bûd). De ahí que Ibn Djuzayy lo califique como “fiqh de lo interno”. Ya que, al igual que el fiqh en su sentido externo nos hace conocer el procedimiento correcto para ejecutar la adoración en lo que a los miembros externos se refiere para así adquirir un Islam correcto, el tasawwuf (sufismo) o “fiqh interno” nos da a conocer los estados del corazón apropiados que deben de acompañar a los actos de adoración llevándonos a adquirir el Ihsân.

Este perfeccionamiento de la adoración es lo que realiza completamente al ser humano, el cual no ha sido creado más que para adorar a su Creador.

El ihsân consta de dos niveles. Primero, y más elevado, en el que el corazón del adorador es tan consciente de la realidad de Allâh que parezca que Le está viendo con sus propios ojos. Segundo, en el que el adorador es consciente de que Allâh le está observando constantemente en todo lo que hace. Ambos estados tienen como resultado el proporcionar al adorador apocamiento ante la grandeza y la majestad de su Creador (jushû'), adquiriendo, pues, una profunda gnosis (ma'rifa) de Éste. Por lo tanto, nuestra cortesía (adab) con el Adorado si no llegamos a verle, es perseverar en la ejecución correcta de Su adoración ya que Él no cesa en ningún momento de vernos.

Estos tres aspectos, Islam, Îmân e Ihsân son las tres facetas de nuestro Dîn (modo de vida), cuyo origen se encuentra en el famoso Hadîth de Jibrîl, la paz sea con él, cuando éste dirige varias preguntas al Profeta, que Allâh le bendiga y conceda paz, ante sus Compañeros para, así, enseñarles su Dîn.

¡Oh, Allâh! Bendice a nuestro Señor Muhammad, Tu Siervo y Mensajero, el Profeta iletrado, y a su Familia y Compañeros y concédeles paz.

Exaltado sea tu Señor, el Señor del Poder, por encima de todo lo que describen; paz sobre los Mensajeros; y alabado sea Allâh, Señor de los mundos. 


FIN DEL PRIMER TRATADO 


 `AQÎDA 

SEGUNDO TRATADO
(SOBRE LO QUE HAN DE DECLARAR LAS LENGUAS Y CREER LOS CORAZONES) 

En el nombre de Allâh, el Compasivo y Misericordioso.
Que Allâh bendiga a nuestro señor Muhammad y a su Familia y Compañeros y les de paz.

Lo obligatorio es creer con el corazón y declarar con la lengua que:

- Allâh es el dios único y que no hay más dios que Él,
- que no tiene parecido ni igual,
- que no tiene hijo, ni padre, ni esposa, ni asociado alguno.
- No tiene ni comienzo ni fin.
- La realidad de Sus Atributos es indescriptible y Su Esencia va más allá del pensamiento.
- Los que reflexionan lo hacen acerca de Sus signos , mas no en torno a la realidad de Su Esencia. No abarcan nada de Su conocimiento a menos que Él quiera.
- El escabel de Su trono abarca los cielos y la tierra y no Le causa fatiga mantenerlos.
- El es el Elevado, el Inmenso, el Omnisciente, el Conocedor, el Planificador, el Poderoso, el Oyente, el Vidente, el Excelso, el Grande.
- Por Su esencia, está sobre Su inmenso Trono;
- y por Su conocimiento, está en todas partes.
- Ha creado al Ser Humano y conoce los entresijos de su conciencia; pues se halla más cerca de él que su propia vena yugular.
- Conoce toda hoja que caiga de un árbol.
- Cualquier semilla enterrada en las tinieblas de la tierra, cualquier vegetal o mineral, están todos registrados en un Libro Evidente.
- Está asentado sobre el Trono y contiene el Reino.
- Posee, y siempre los ha poseído, bellos nombres y sublimes atributos.
- El es demasiado elevado como para que Sus atributos hayan sido alguna vez creados o sus nombres inventados.
- Habló a Moisés con Su Palabra, la cual es un atributo de Su Esencia y no una de sus criaturas.
- Se manifestó en el monte , el cual se desmoronó totalmente ante Su Majestad.
- El Corán es la Palabra de Allâh increada y eterna, no el atributo de algo creado y , por lo tanto, perecedero.
- Hay que creer en el Decreto, ya sea bueno o malo, dulce o amargo. Todo es por Decreto de Allâh , nuestro Señor.
- Las proporciones de todas las cosas están en Sus manos, y se realizan según Su Designio.
- Lo conoce todo antes de que exista. Y todo existe según Su conocimiento.
- Toda palabra o acción que proviene de alguno de Sus siervos ha sido ya decretada y es previamente conocida por El.
- ¿No habría de tener conocimiento Aquel que ha creado y es el Sutil, al que nada se Le oculta?
- Extravía a quien El quiere por Su justicia. Y dirige a quien El quiere por Su generosidad.
- Cada uno está abocado a lo que el Conocimiento y el Decreto Divinos le tienen reservado de felicidad o desgracia.
- Allâh es demasiado elevado como para que ocurra en Su Reino lo que Él no quiera, o que alguien prescinda de Él, o que haya otro creador que no sea Él.
- Dueño de Sus siervos y de lo que hacen, decreta sus movimientos y la duración de sus vidas. - Envió mensajeros a Sus siervos para establecer una prueba ante ellos.
- Selló el Mensaje, la Advertencia y la Profecía con Muhammad, que Allâh le bendiga y conceda paz. Hizo de él un Mensajero portador de Buenas Nuevas y de advertencia, que llamó a la gente a Allâh con Su permiso, cuan foco de luz.
- Sobre él hizo descender Su Libro Preciso; y por medio de él dio a conocer Su auténtica religión y guió por la vía recta.
- La Hora llegará sin duda alguna.
- Allâh hará resucitar a los muertos volviéndoles a crear tal y como fueron creados en un principio.
- Allâh gloria a Él, multiplica el valor de las acciones correctas de los creyentes; perdona las transgresiones mayores a quien se vuelve a Él; y perdona las menores a quien se aparta de las mayores.
- Aquel que no se vuelva a Allâh tras haber cometido una transgresión mayor quedará abandonado a Su voluntad, ya que Ciertamente, Allâh no perdona que se Le asocie, pero perdona lo demás a quien Él quiere.
- Los que castigue Allâh con Su Fuego saldrán de éste y entrarán en Su Jardín por haber creíd . Ya que quien haga el peso de un átomo de bien lo verá.
- Saldrá del Fuego todo aquel musulmán que, aun habiendo cometido transgresiones mayores, interceda por él el Profeta, que Allâh le bendiga y le dé paz.
- Allâh, glorificado sea, creó el Jardín e hizo de él una morada eterna para los creyentes.
- En él, les honró con la contemplación de Su Noble Faz.
- De ahí fue de donde se le hizo descender a Adán, Su Profeta y Representante, a la Tierra por decreto Suyo. - Asimismo, creó Allâh el Fuego haciendo de él una morada eterna para quien no creyese en Él y se apartase de Sus signos, Sus Libros y Sus Mensajeros, privándoles de la contemplación de Su Faz.
- Hay que creer que Allâh, bendito y exaltado sea, vendrá el Día de la Resurrección y los ángeles dispuestos en filas para inspeccionar las naciones, hacer que rindan cuentas, castigarlas y recompensarlas.
 - Las balanzas serán dispuestas para pesar las acciones de los siervos.
- Aquellos cuyas buenas acciones pesen más serán los triunfadores.
- Cada persona recibirá las hojas donde se hallan registradas sus acciones.
- Quien reciba su libro con su mano derecha tendrá un juicio indulgente; pero quien lo reciba por atrás se quemará en el Sa'îr.
- El Sirât es real. Lo franquearán los siervos según sus acciones. Unos se salvan del fuego del Infierno, franqueándolo cada uno con velocidades diferentes. Otros, sus acciones hacen que se precipiten en el Fuego.
- Es necesario creer en la existencia del Estanque del Enviado de Allâh, que la paz sea con él. De él beberá su Comunidad, no padeciendo nunca más sed quien de él beba. Serán expulsados de él aquellos que hayan cambiado y alterado.
- El Îmân (fe) es lo que pronuncia la lengua, lo que sinceramente cree el corazón y lo que practican los miembros.
- El Îmân aumenta o disminuye en proporción a las acciones. Por lo tanto, las acciones causan el aumento o la disminución del Îmân.
- La declaración de fe no queda completada si no es en virtud de las acciones que la acompañan. - Ninguna palabra ni acto cuenta sino en virtud de la intención con que se llevan a cabo.
- Las palabras, los actos y las intenciones no son válidos a no ser que estén conformes a la Sunna. - El musulmán que transgrede no se convierte, en virtud de dicha transgresión, en un infiel.
- Los shuhadâ' están vivos y reciben provisión junto a su Señor.
- Las almas de los destinados a ser felices eternamente permanecerán en deleite hasta el día en que serán resucitadas. Y las de los destinados al tormento recibirán castigo hasta el día que sean resucitadas.
- Los creyentes serán puestos a prueba en sus tumbas, siendo sometidos a un interrogatorio . Mas Allâh reafirmará a los creyentes con un firme dicho en esta vida y en la próxima.
- Todas las criaturas tienen dos ángeles guardianes cuya misión es la de registrar todas sus acciones. Sin que nada de ello escape al conocimiento de su Señor.
- Que el Ángel de la Muerte toma las almas con permiso de su Señor.
- Que la mejor generación fue la de los que llegaron a ver al Mensajero de Allâh, que la paz sea con él, y creyeron en él. Luego la siguiente generación, y luego la que le sigue.
- Que los mejores Compañeros son los Califas Rectamente Guiados (Râshidûn): Abû Bakr, luego 'Umar, luego 'Uthmân y luego 'Alî, que Allâh esté complacido con todos ellos.
- De los Compañeros del Profeta sólo se puede hablar bien, absteniéndonos de mencionar las diferencias acaecidas entre ellos. Pues son los más dignos merecedores de excusa en sus actuaciones y de respeto en sus opiniones.
- Hay que obedecer a los imames de los musulmanes, tanto a sus gobernantes como a sus sabios (ulemas).
- Hay que seguir a los as-Salaf as-Sâlih, imitarles y pedir para ellos el perdón.
- Hay que evitar las disputas y las controversias en materia de religión y abstenerse de las innovaciones de los innovadores.
- Que Allâh bendiga a nuestro Señor Muhammad, Su Profeta, a su familia, a sus esposas, a su descendencia y les dé abundante paz.


FIN DEL SEGUNDO TRATADO



B I B L I O G R A F ÍA 


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